viernes, 16 de mayo de 2014

Una vivencia y un santo

Publicado en el diario LA RAZÓN, de Lima-Perú, el 16 de mayo de 2014


Una vivencia y un santo

Ricardo Sánchez Serra

 

En 1992 el gobierno italiano y la agencia Adnkronos me invitaron a Roma para ofrecer una conferencia sobre la política antidrogas en el Perú, durante el seminario “La droga: el nuevo imperio del mal”, a la que asistieron cinco ministros italianos de la época y entre muchas personalidades, una notable: el juez anti mafia Giovanni Falcone.

Falcone, muy cordial, me había invitado a un acontecimiento muy grande, a la firma de un acuerdo contra la mafia que se llevaría a cabo en Sicilia en el mes de junio. Lastimosamente, poco antes, el 23 de mayo, la mafia siciliana “La Cosa Nostra”, lo asesinó en Palermo.
 
                                        Histórico: En pleno discurso Falcone (en la mesa) me observa

Hicieron estallar su auto con una bomba –activada a distancia- que contenía 1.000 kilos de explosivo y él murió junto a su esposa y tres guardaespaldas. Sobre el afamado juez, Ricky Tognazzi realizó una película “Falcone: un juez contra la mafia”. Hoy es considerado héroe en Italia. Mi homenaje a tan ilustre personalidad.

Pero lo que quería contarles, es que, luego de mi exposición, me fui a mi hotel. Me llamó una amiga y me preguntó si quería ver al día siguiente al Papa Juan Pablo II y le dije “por supuesto, pero para verlo hay que pedirle cita con tres meses de anticipación…” “Lo quieres ver, o no?” me dijo firmemente. “Claro que sí, un honor”, le expresé.

En la noche me vuelve a llamar y me manifiesta “ya está, recoge tu invitación en El Vaticano a las 8 am y espera para la cita”. Le agradecí muy conmovido. Después me enteré que ella, Rose Marie, era muy amiga del asesor del primer ministro italiano Giulio Andreotti.

Era miércoles 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima. Once años antes nuestra Madre había salvado de morir al Papa de las balas asesinas del turco Alí Agca. La audiencia era para presenciarlo en la reunión de los peregrinos. Hay otras dos reuniones para verlo: la urbi et orbi y la privada.

Luego de darnos su mensaje, el ahora santo Juan Pablo II, empezó a acercarse a saludar a unas pocas personas. “Dios mío, Dios mío, quiero darle la mano”, soñaba. Gracias a Dios me dio la mano y yo de nervios no se la soltaba y me bendijo con su mano izquierda. “Gia prefetto de Callao, Perú”, le referí. “Dios bendiga al Perú”, me expresó el Santo Padre. Gran emoción…
 

Recordé que 10 años atrás, cuando me acercaba en un vehículo a Jerusalem, sentí paz, que respiraba un aire puro y un éxtasis extraordinario. Lo mismo sentí cuando saludé a Su Santidad. ¡Qué bendición!

 

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